lunes, 29 de noviembre de 2010

El procomún digital: ¿utopía o meta?

En alguna ocasión, no hace demasiado tiempo, hablando con una compañera de trabajo, ésta se sorprendía cuando le decía yo que si compras un ordenador, no compras un sistema operativo, ni un paquete ofimático, aunque el vendedor te los haya instalado, si no compras sus licencias. No entendía mi compañera porqué había que pagar por disponer de ese software. Pensaba que esas cosas no se pagaban, que todo lo que está en internet es gratis...


No sabía, claro, mi compañera que hay alternativas, que existen estupendos sistemas operativos y programas para responder a la mayoría de nuestras necesidades informáticas que se distribuyen bajo licencias open source. No conocía Linux, ni Open Office, ni....
Esa situación creo yo que se puede repetir en bastantes salas de profesores. Y en otros ámbitos laborales o sociales. 


Pero, ¿por qué hablamos de estas cosas? ¿por qué dedicamos toda una semana del apretado programa de este curso a hablar de los derechos de autor?


Frente al inexcusable derecho de las personas a la propiedad intelectual, formalmente recogido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y numerosas normativas legales, muchos de nosotros nos planteamos y reivindicamos el ciberespacio, internet, como un lugar libre, abierto a la colaboración, que, en vez de responder a los requerimientos del mercado, en palabras de David Bollier "debería responder a unas necesidades más amplias que tenemos como ciudadanos y como seres humanos".


Y lo hacemos considerando que Internet debe estar más allá de las leyes del mercado. Un concepto de mercado que responde quizá al espíritu calvinista preconizado por Max Weber cuando afirma que la ganancia es el fin del hombre, principios que están tan dentro de nuestro pensamiento que nos hacen creer que es lo natural es que todo se compre y se venda, que todo tenga un precio.


Y quizá nos olvidamos del concepto de procomún, que engloba a los bienes que son de toda la comunidad, sin serlo de nadie en exclusiva, para el beneficio de todos. Fórmula legal existente desde la antigüedad que puede acoger el conocimiento acumulado en la red en la que habitamos los que Javier Echeverría llamó cosmopolitas domésticos. ¿Es una utopía o una meta, pensando en una sociedad más libre y más innovadora, plantear el procomún como la fórmula legal que cobije el conocimiento alojado en internet?  

sábado, 27 de noviembre de 2010

Una semana PREZIosa... o quizá no tanto.

Ha pasado una semana más del curso. El eje central de ésta era la discusión sobre la creación colectiva en internet y el uso de una nueva herramienta: Prezi.

La verdad es que la mayoría de nuestros esfuerzos se han ido en conocer y controlar esa herramienta. Y eso es lo que no me ha gustado, pues, al final, hemos dedicado muchas más horas a la forma que al fondo de la cuestión.

Prezi tiene su gracia, pero quizá bastaría con tener una referencia y ver alguna demostración, pues para contar lo que henos contado ya teníamos recursos y herramientas 2.0 suficientes y, en mi opinión, el esfuerzo no ha merecido la pena. Al finalizar el curso, quien quiera puede investigar, pero en estos momentos me ha dado pena dejar lecturas y debates para ver las gracias de Prezi.

Quien lo tenga que pensar, que lo piense; quien tenga que decidir, que decida. Nosotros... a por el siguiente tema.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Y tú, qué haces: ¿Creación? ¿Copia? ¿Plagio?

El proceso de creación, la generación de conocimiento, el acceso a la información son temas de debate en estos tiempos de mudanza y de nacimiento de nuevos modos de producir y de comunicar.

Es evidente que la generalización del uso de internet ha creado un nuevo espacio de intercambio, pues esa es la esencia de la red: una malla cuasi infinita de nodos entrecruzados que forman el esqueleto sobre el que se soporta una importante parte del conocimiento en la actualidad.

Ese ciberespacio que nos abre sus puertas permite, de un modo insospechado hasta ahora, la libre difusión del conocimiento y de la información. Pero crea también un nuevo mercado, en el que las mercancías son precisamente los contenidos culturales, informativos, de entretenimiento.

Y esa realidad nueva plantea el debate, desde mi punto de vista, en dos planos, que probablemente se entrecruzen: el primero abordaría la discusión sobre qué es creación y qué copia y el segundo plano nos lleva a discutir sobre el derecho a la propiedad intelectual y a los beneficios económicos e inmateriales que esa propiedad comporta. 

No es, seguramente, una entrada de este modesto blog el lugar más indicado para el debate, que, seguramente deberá desarrollarse en el foro de nuestro curso, si nuestros profesores consiguen llevar la discusión a ese terreno y encontramos el momento de participar en ella, en medio de la marea de cosas que conforman nuestro día a día. No obstante, intentaré aportar aquí unos puntos para animar ese hipotético debate:
  • Hay que hacer compatible el acceso a la cultura con la retribución justa al esfuerzo de sus creadores.
  • La escuela debe impulsar los comportamientos éticos, tanto colectivos como individuales.
  • No debe existir un antagonismo entre la difusión de la cultura y la existencia de un mercado de bienes culturales
  • No hay que penalizar la copia "per se". Al fin y al cabo la copia de informaciones y de actitudes es el modo habitual de nuestro crecimiento intelectual. Shakespeare, por citar a alguien universalmente reconocido como creador, elaboró su obra basándose en el acerbo cultural de su época y en otras obras anteriores y nadie le considera responsable de plagio.